PARAFRENIAS: UNA NECESIDAD DIAGNÓSTICA
Por ALEJANDRO RUIZ
Planteo este trabajo partiendo de mi formación analítica, es decir, tomando como marco teórico referencial conceptual al psicoanálisis.
Por lo tanto, para abordar esta problemática, tomamos el concepto de estructura clínica, entendida como un modo particular de posicionarse en relación a la noción freudiana de castración.
Vamos a enmarcar las parafrenias, entonces, en la estructura psicótica, como un determinado tipo de psicosis. No entendiendo bien, dicho sea de paso, la razón por la cual este diagnóstico ha sido dejado de lado, tanto por el psicoanálisis como por la psiquiatría.
Debemos referirnos a Carlos Pereyra, incansable psiquiatra argentino contemporáneo, tanto en su dedicación al trabajo clínico-asistencial como a la producción investigativa – también dejado de lado inmerecida e inentendiblemente – quien se preocupa por distinguir las parafrenias, tanto de las esquizofrenias como de las paranoias.
Es Pereyra quien, a partir del emparentamiento con las esquizofrenias, ve la necesidad de plantear un diagnóstico diferencial, proponiendo una autonomía de las parafrenias.
Tomando, justamente, el planteamiento de Pereyra, vamos a ver el desarrollo y la evolución del concepto.
Es el famoso semiólogo y psiquiatra alemán Emile Kraepelin – en 1912 – quien introduce el concepto de parafrenia, planteándolo como una escisión de la Demencia Paranoide. Recordemos que Freud, al referirse a su historial clínico sobre paranoia – conocido vulgarmente como “El Caso Schreber” – lo titula “Un Caso de Paranoia (“dementia paranoides”) Autobiográficamente Descrito”.
¿Cuáles son las características de este agrupamiento de sujetos categorizado por Kraepelin?
- Un comienzo relativamente tardío de la enfermedad (entre los 30 y los 40 años)
- Un delirio frondoso y crónico, mal sistematizado (a diferencia de la demencia precoz)
Entonces, en esa época de la historia de la psiquiatría, aparecen los Delirios Crónicos comandando las categorías nosográficas, pudiendo diferenciar 3 grandes tipos: la Demencia Precoz (caracterizada por los “delirios incoherentes”), las Paranoias (determinadas por presentar “delirios bien sistematizados”) y las Parafrenias.
En Francia, mientras tanto, Gilber Ballet – contrastando las ideas de Magnan – propone la “Psicosis Alucinatoria Crónica”, donde la unidad de grupo está dada por la alucinación. Fue una concepción del momento, pero no perdura como un cuadro nosográfico unitario.
En la parafrenia, en cambio, la alucinación no le presta característica al delirio, es más, muchas veces no hay alucinaciones, y su principal característica es el polimorfismo. Presenta cierta correspondencia con el “Delirio Imaginativo” propuesto por Dupré, pero también se diferencia de él.
¿Cuáles son, entonces, las particularidades de la parafrenia?
Pereyra lo resume en una simple y contundente frase: “El parafrénico es la primera víctima de su imaginación: no quiere mentir”.
Además, como características salientes, podríamos mencionar:
- Se mantiene como una novela fantástica, que poco o nada interfiere en el pragmatismo cotidiano
- Polimorfismo y cronicidad.
- Su delirio enriquece constantemente, es decir, una tendencia permanente a la fragmentación.
- Su caudal intelectual es lo mismo precario que elevado, es decir, no incide en la producción del cuadro.
- Hay un predominio del mecanismo imaginativo por sobre el interpretativo, lo que constituye una diferencia sustancial con la paranoia.
¿Cómo pensar la parafrenia, entonces?
Podríamos tomar ese momento de la niñez previo a la clasificación, descripto por Jean Piaget, el período de agrupamiento pre-clasificatorio – que pertenece al nivel operatorio concreto - , en el que el niño va agrupando determinados elementos tomando sólo una cualidad del elemento anterior, es decir, no los puede clasificar. Por ejemplo, si se le pide que clasifique un cierto número de fichas, el niño hace una fila, primero toma una ficha al azar, como ser un triángulo rojo, luego pone a su lado una ficha circular roja (tomando como elemento asociativo el color), y luego pone a su lado una ficha circular azul (tomando como rasgo asociativo la forma). Como vemos, el niño – en ese momento de construcción de su pensamiento – no puede clasificar tomando como categorías separadas el color o la forma, va agrupando las fichas tomando sólo un rasgo de la anterior.
Pues bien, el discurso parafrénico está construído de esta manera. El parafrénico produce una suerte de “asociación libre” literal, sin estar mediada o regida por las leyes del inconsciente. Va desmenuzando las palabras, tomando un rasgo de la palabra anterior, incorporando – muchas veces – elementos de la realidad objetiva. Haciendo un rápido recorte clínico, recuerdo un paciente – a quien con el tiempo diagnostiqué como parafrénico – que atendía en un Hospital del interior de la Provincia, que ingresa al consultorio hospitalario. Yo tenía unos libros sobre el “escritorio” (escritorio es una palabra empleada por abuso de términos…), y el paciente me dice: “¿Usted está leyendo? ¿Usted lee? Yo soy de Leo. Leo, Leonardo Da Vinci, el que salió volando”, y luego sigue relatando una historia fantástica en relación a un viaje en plato volador, donde comparte el viaje con seres de otros planetas.
Aparecería, entonces, la parafrenia como una suerte de “medio camino” entre la esquizofrenia y la paranoia. Podríamos escribir – un tanto arriesgada y audazmente – esta serie: ESQUIZOFRENIA // PARAFRENIA // PARANOIA.
Es decir, la parafrenia no se presenta al modo de ideas delirantes inconexas fragmentadas, muchas veces referidas al cuerpo, incapaces de construir un delirio, como la esquizofrenia, ni tampoco como un delirio sistematizado estructurado autoreferencial persecutorio, netamente padeciente, como la paranoia. En este sentido, recordemos el ejemplo clásico de Laségue, el litógrafo que acusa a sus perseguidores de robarle su invento, su delirio permanece fijo e idéntico a sí mismo a lo largo de los años, sus acusaciones están referidas a la conducta de su mujer, y las alucinaciones auditivas son recibidas a través de un aparato “cefalítico y escústrico” (neologismos – trastornos del lenguaje no dialectizables – típicos de las psicosis).
El parafrénico, en cambio, presenta un Delirio Polimorfo. Al lado de una idea principal, aparecen otras ideas divergentes o paralelas, que pueden reemplazar a la anterior, su contenido ideológico puede ser contradictorio, y su fuente de origen puede no aparecer clara ni determinada, además del carácter absurdo y móvil que presentan sus temas. Su afirmación es caprichosa, marcada por la improvisación (como ocurrencia o inspiración), sin perder la fuerza de convicción. Presenta un discurso meramente descriptivo, no demostrativo, no necesita argumentar nada de lo que dice (otra diferencia sustancial con el paranoico, que argumenta cada paso de su persecución). Por otro lado, los datos del contenido del delirio son fantásticos, indeterminados y mal fijables. Y un dato muy interesante, sobre todo desde el punto de vista clínico, es que el relato no se acompaña de emoción. El parafrénico presenta una gran indeferencia al momento de relatar sus “aventuras”.
Esto nos lleva a otro punto. ¿Qué pasa con la ANGUSTIA en las psicosis? Muchos autores afirman – sobre todo los que no trabajan con psicóticos – que en la psicosis no hay angustia. Pues bien, podemos aceptarlo, pero tendríamos que buscar un nombre para nombrar ese afecto tan parecido a la angustia que aparece en algunas psicosis, sobre todo en las paranoias. En este sentido, pareciera que el parafrénico no se viera demasiado afectado por su delirio, pareciera no angustiarse o no manifestar ese afecto tan parecido a la angustia, pareciera “que la pasa mejor”.
Y arribados a este punto, debemos referirnos, necesariamente, al lugar de la persecución. Sabemos que en las paranoias la persecución se presenta en relación a circunstancias factibles, los enemigos son identificados y localizados. El paranoico toma una actitud defensiva que se truca en ataque, para lo cual debe conformar un plan organizado.
En las parafrenias, el lugar de la persecución es bien distinto. Por empezar, presenta un carácter irreal, fantástico. La persecución es ejercida por agentes deletéreos, de fuentes inaccesibles, de forma vaga, inconcreta, con multiplicidad de elementos, de carácter extraordinario. Como dice Bumke, el parafrénico expresa “un frío relato de la crueldad que experimenta”.
El delirio no permanece igual a sí mismo, se enriquece con nuevos datos que parecen surgir de un inagotable manantial imaginativo, difusos, inconexos, distantes de la acción de daño y perjuicio contra la persona, no enriquecen una idea central de finalidad, causalidad y objeto, sino que forman ideas paralelas. En definitiva, un delirio mal sistematizado, ilógico y absurdo, montado sobre conceptos abstractos e ideas mágicas y cósmicas. ¿Qué hace el parafrénico? Proyecta sus males sobre los demás, se siente acompañado de otras víctimas – a veces toda una clase social - , a las que defiende defendiéndose. Se constituye en una especie de “paladín de la justicia” reivindicador, que excede los intereses individuales.
Este tipo de presentación de la psicosis permite un abordaje distinto – distinto, al menos, a las esquizofrenias y las paranoias - , si tenemos en cuenta lo dicho anteriormente en relación al lugar que tiene la persecución, la desafectación del relato y la posibilidad – de todas maneras – de construcción de un delirio. Si pensamos la intervención clínica en las psicosis con el horizonte último de la reorganización psíquica del sujeto, la construcción de una ortopedia, la estabilización subjetiva y no la mera compensación de los fenómenos, la reconstrucción del lazo social y – por fin – su reinserción social, estamos obligados a no descuidar esta diferenciación diagnóstica.